Rutas a modo de terapia para recobrar la ilusión
16 - Febrero - 2014 en cicloturismo
Fin de mes de enero con bellas rutas en bicicleta de montaña y primera ascensión al Castillo de Calatrava - La Nueva.
Perdonen ustedes. No voy a escribir nada acerca de la etapa del 18 de enero - lluviosa, con Rodadores y el especial reencuentro con compañeros a los que aprecio muchísimo, como Moiso y Manu -. Tampoco sobre la cena que tuvo lugar ese mismo día. En ocasiones, ocurren sucesos en la vida que suponen un varapalo y hacen que mejor prefieras olvidar todo cuanto ocurrió. En cualquier caso, el amor puro y eterno es más fuerte que todo.Tal como cantaba Freddie Mercury a la muerte de John Lennon, "Life is real, life is cruel, life is a bitch... Life is real".
25 de enero. La vida sigue. Recurro al ciclismo como terapia para volver a la normalidad, dentro de lo que cabe. Hoy he salido con la bicicleta de montaña, dos semanas después. Hacía mucho tiempo que no frecuentaba los caminos de tierra en Puertollano. En primer lugar, he optado por salir por la pista que conduce a la clarificadora. En cuanto he cruzado las vías del tren he coincidido con un antiguo compañero de trabajo, con su rostro cubierto casi por completo para protegerse del frío mientras corría a pie. Me ha sorprendido encontrar el firme en perfecto estado, mejor de lo que recordaba. He rodado con tranquilidad absoluta, dirigiéndome hacia la Dehesa Boyal, dejando a un lado la clarificadora, para después subir el puerto de Mestanza.
Se trata de la ascensión más frecuente en mis entrenamientos, obviamente, debido a la cercanía a mi hogar. He subido a mi aire, sin ninguna pretensión de batir ninguna marca personal. Hay serios motivos para mantenerse con calma hasta fechas más tardías esta temporada. Es curioso verse adelantado por un ciclista de carretera que te sobrepasa sin saludar, con la cara desencajada, y comprobar cómo le mantienes la distancia a continuación sin hacer ningún esfuerzo excepcional. No me deja de sorprender con qué poco la gente es feliz - y qué poco hace falta para proporcionar la felicidad a estas personas -.
Arriba, me he detenido un momento para tomar una fotografía con el símbolo de los cuatro dedos alzados en una mano - signo de 2014 - para colaborar con una iniciativa muy interesante de Miguel Ángel Granero, llamada "Ascensiones solidarias". Con cada imagen de estas características se va a conseguir un euro para una ONG. Cuando el proyecto esté más maduro, daré más detalles.
Me he animado a bajar por el camino de tierra que nace desde la misma cumbre; al principio casi paralelo a la carretera, para desviarse después hacia el oeste, acercándose a las colas del pantano entre fincas y cotos privados repletos de animales. Me ha encantado la escena de unas ovejas fuera de la valla, a mi lado, amamantando a sus crías y caminando después impasibles mientras me detenía para grabarles un vídeo. Después, he estado entre cientos y cientos de vacas a modo de espectadoras, sin exagerar; para más tarde iniciar una leve subida en dirección a la Finca Los Barrancos. Me he topado con una señal que indicaba "camino privado - prohibido el paso". Seguramente podría haberme desviado a la izquierda para continuar hacia el pantano, pero he preferido volver, ya que se me hacía tarde.
La ascensión al puerto de Mestanza desde la Finca La Ventosilla es relativamente tendida; inicialmente por una pista forestal amplia, y finalmente por una senda estrecha que exige mucha más habilidad. En ocasiones la liviandad se transforma en dureza aunque sea en tramos cortos, a modo de latigazo que te azota para recordarte dónde estás.
He realizado un descenso muy tranquilo, prefiriendo desviarme hacia "los pinos" para completar la etapa lejos del asfalto y con algún repecho adicional. A un lado he dejado una central eléctrica de carbón que se ha quedado fuera de servicio. Cuestiones económicas y de gestión del pool eléctrico nacional, supongo. Aunque a muchos les pese, el futuro está lejos de esta fuente, o eso parece.
El final del paseo casi se transforma en un soberano tortazo de lo más curioso tras saludar a otro compañero de trabajo en el carril bici. Quizás por el exceso de relajación, me ha hecho un extraño la bicicleta y casi caigo por un terraplén, pero he conseguido dominar la maniobra sin saber cómo.
He acabado la etapa charlando con mi compañero, después del susto, contándole algunos de los objetivos de este año. Van variando, por cierto. El viaje a Dolomitas tendrá, además de la famosa Maratona, a Zoncolan, Crostis y Tre Cime di Lavaredo como retos - si da tiempo a todos -. Dejaremos Stelvio y Mortirolo para el año siguiente, seguramente, por cuestión de proximidad al aeropuerto al que acudimos.
26 de enero. Hoy me he desplazado a La Alameda en coche. Se trata de una pequeña aldea perteneciente a Villanueva de San Carlos, pueblo más conocido como El Pardillo en esta zona. Cuando padecemos la sequía, es algo así como un pequeño oasis. Es, sin duda, uno de los rincones más bellos de la comarca. Además, no puedo dejar de recomendar un fabuloso restaurante, La Encomienda, en el que el comensal se traslada por momentos a tiempos de Don Quijote, cual si estuviera acompañado de Sancho Panza dispuesto a degustar un buen manjar a mitad de alguna aventura. Precisamente enfrente de este restaurante he aparcado el coche.
Desde allí me he dirigido a Belvís, otra pequeña aldea cercana, desde la que he tomado el camino rural que acoge la Ruta de Don Quijote - siempre presente en la zona nuestro caballeroso hidalgo - sumido en la niebla. Poco a poco se ha ido despejando, pudiendo disfrutar quien escribe de muy bellas postales.
He continuado la excursión siguiendo las indicaciones, seguro de llegar a mi destino siguiendo esa estrategia. Cuando he dejado una casa rural, el camino semiasfaltado se ha convertido de nuevo en una pista forestal, y me he cruzado de repente con decenas de senderistas domingueros que andaban un poco despistados a la hora de apartarse y dejarme un hueco. En el horizonte, como siempre, el Castillo de Calatrava - La Nueva presidía majestuosamente la vista.
El Castillo de Calatrava - La Nueva, perteneciente a la localidad de Aldea del Rey, se halla situado en lo alto del cerro Alacranejo, relativamente cerca de Calzada de Calatrava y de Almagro. Se trata de un vestigio maravilloso de nuestra historia. Se han encontrado junto a él restos de la Edad del Bronce y de la época de los visigodos. Se construyó a finales del siglo XII, con objeto de controlar uno de los pasos naturales hacia Sierra Morena. Para llegar hasta él, es necesario subir la colina por un camino empedrado construido en 1560 para la visita de Felipe II a la fortaleza. La historia cuenta que poco después de haberse construido el castillo, Rodrigo Gutiérrez Girón y su mujer donaron sus almas a la Orden de Calatrava, a la cual vendieron posteriormente la parte que conservaban de la fortaleza por mil maravedís. La fortaleza actual fue construida entre 1213 y 1217 por los prisioneros tomados en la batalla de Navas de Tolosa. Desde entonces, fue sede de la Orden de Calatrava y una de las más importantes fortalezas de Castilla, hasta 1835, cuando fue abandonado como consecuencia de la desamortización de Mendizábal. En su interior se encuentra una iglesia de estilo cisterciense y el claustro del convento.
Los dos kilómetros y medio de ascensión sobre el empedrado recuerdan al Tour de Flandes; con elevadas pendientes a medida que avanza. Es mucho más dura de lo que parece cuando la subes en coche, debido al continuo vaivén al que se somete el cuerpo y a la necesidad de subir sentado casi por obligación para dominar la bicicleta. No sin esfuerzo, he logrado llegar al final, lo cual reconozco que me ha causado una enorme alegría; no sólo por la dificultad del reto, sino por el valor sentimental que de alguna manera supone para mí.
En el descenso me he cruzado con unos cuantos ciclistas sufriendo sobre sus bicicletas de montaña, a la espera de la honrosa satisfacción que acababa de obtener minutos atrás.
Después, me he animado a subir el puerto de Calatrava, enfrente, dejando a mi izquierda el Castillo de Salvatierra. Se trata de una ascensión bastante más llevadera, por una bonita pista forestal.
Más tarde, he regresado a La Alameda por la carretera, para ajustarme al tiempo estimado de la etapa. Me apetecía no llegar a casa demasiado tarde y aprovechar el resto del día con Marta, que bien lo merece.
Precisamente en los momentos de acabar esta crónica ando escuchando otra canción del señor Mercury, "Love Kills", una pequeña joya fruto de su colaboración con Giorgio Moroder para componer la banda sonora de la restauración de "Metrópolis" una película de cine mudo de 1927. Pues sí, el amor mata... pero también da la vida y la sustenta, ya que los buenos recuerdos siempre perduran.