El naturista paciente

Disculpen estimados lectores el retraso en la publicación de esta entrega. Cuando uno lee a J.D.Salinger acaba empapándose de sentimientos encontrados. Definitivamente, Holden Caulfield es una mala influencia. Después del último capítulo de "A golpe de pedal", prefería pasar página y mostrar una visión más positiva de la vida.

Por eso me he pasado de nuevo a la novela policiaca con toques de humor, a la saga de ese personaje sacado de un manicomio que recuerda a los mejores tiempos de la picaresca. Entre eso, y alguna que otra biografía de gente a la que admiro, estoy poniendo el contrapunto a quien deseaba ser un guardián entre el centeno. En cualquier caso, ambos personajes, y diría que los reales de los relatos biográficos también, guardan algo en común entre sí, y supongo que a su vez con un servidor. En el fondo, cada uno a su manera, todos estamos medio locos. No soy muy partidario de los encefalogramas planos ni del aburrimiento programado con antelación. Perdonen. Siempre he sentido mayor predilección por gente como Lou Reed, Kurt Cobain, George Orwell o Marco Pantani que por quienes siempre han actuado según los cánones marcados por la sociedad. Cuestión de actitud.

Los momentos previos a la redacción de este capítulo me han recordado a otro de mis mitos musicales. Disculpen que entre un servidor en peroratas de esta guisa, pero al fin y al cabo este blog nunca se ha caracterizado por hablar sólo de bicicletas, sino de su relación con la vida misma, y en mi caso, que es el que ocupa, siempre acaba teniendo un nexo con el arte de la música. Pues bien, paseando por la calle, de repente, no sé muy bien por qué, me ha venido a la mente la canción "Esclavo de tus pies" de Gabinete Caligari. Viene esto a cuento de que una vez vi al señor Jaime Urrutia en Valencia - conciertos aparte -, en la calle, tranquilamente. Cualquiera que entienda un poco de música popular, convendrá que este hombre es una auténtica institución en nuestro país. Sin embargo, pasaba inadvertido por la calle, como cualquier otro hijo de vecino. Ésa es una de las virtudes de quienes son realmente grandes. Admiro a la gente que posee la locura entre sus cualidades, porque sólo así pueden avanzar el arte y la sociedad en general, pero más si cabe cuando son personas humildes capaces de no llamar la atención cuando no procede.

Dicho esto, vayamos con el relato de la siguiente jornada.

8 de febrero. Hacía tiempo que no venía por Valencia y completaba una etapa sin incidentes. La última, en enero, llovió. Me he desplazado a El Saler para acabar antes la etapa, ya que uno tiene otros menesteres en su vida y cruzarse Valencia para después llegar a Sagunto puede resultar excesivo en según qué condiciones. Aunque he alcanzado mi destino algo justo de tiempo, me ha sobrado, ya que da la impresión que eso de cruzar Valencia con los semáforos se toma con mucha calma. Tampoco importa demasiado. He retrocedido en dirección hacia la Ciudad de las Ciencias, con mi antigua Zeus, en busca de mis compañeros de Rodadores. Para una etapa así, me he ahorrado el mareo de cargar la Specialized para cruzar la península.

La primera imagen que me viene de la etapa es la de Dani rememorando los tiempos del Correcaminos con el bienamado David colaborando con sumo gusto. Yo ahora ando muy lejos de esos entretenimientos. Guardo la poca forma que pueda llegar a alcanzar como una hormiguita hasta el verano. No quiero precipitarme. Además, me apetecía disfrutar la etapa con los mejores amigos, charlando tranquilamente, a ser posible de cualquier cosa, no necesariamente de bicicletas. Antes de la Albufera, básicamente he estado con Toni Castro, un gran amigo siempre dispuesto a protagonizar gestas imposibles, como los viajes a Alpes, Pirineos, o la Sierra de Guadarrama, sin ir más lejos. Un tío valiente, sí señor. Es un lujo contar con AMIGOS así para poder planificar retos que en solitario serían casi imposibles. En la vida, siempre que no seas un bicho raro, acabas necesitando compañeros de viaje para alcanzar la felicidad. Toni, en su sentido más explícito, es uno de ellos. Seguiremos disfrutando, amigo.

Entre El Palmar y Sollana, me he acordado de Pere y de Rober, grandes protagonistas de la etapa del año pasado. El primero estará de nuevo muy pronto con nosotros. Es de esas persona a las que se les echa de menos en cuanto gira la esquina. Rober también se incorporará próximamente. Sinceramente, tras el regreso a la cotidianidad de la peña de Moiso y Diego, al más que consolidado retorno de David, a la obvia presencia de nuestro líder Chevi, y a las previsibles reincorporaciones de Pere y Rober, sólo me falta Miguel y coincidir de una vez por todas con los turnos del amigo taxista y los quehaceres del inquieto informático para disponer del núcleo duro de grandes amigos dentro y fuera de la bicicleta. Sólo falta que vuelva a montar en bici Jorge Córdoba, y será el acabóse.

También me he acordado de Gary Lineker. El de Leicester será siempre recordado por su célebre frase "El fútbol es un juego simple: 22 hombres corren detrás de un balón durante 90 minutos y, al final, los alemanes siempre ganan". Pues bien, yo podría decir que "El viento es una condición climatológica que propicia que por más que haya veinte ciclistas en un pelotón de Rodadores, sólo pasen al relevo Manolo, Aurelio y Vicente". Gajes del oficio.

Tras el periplo por la zona más autóctona que podemos encontrar en nuestra tierra (cualquier visitante cicloturista de otras regiones estaría encantado de visitar esta joya de trazado), me he dedicado a rodar de nuevo con suma calma, esta vez con otra joya - no sólo iban a recibir estos calificativos las carreteras -, la señorita Carol.

En el almuerzo, más reencuentros. Si hablamos de viejos amigos en la bici, entendiendo esto como antiguos, no como ancianos, quien se conserva como Gran Reserva es Manu, sin duda. Es un placer compartir todavía andanzas con quien es compañero de batallas desde hace más de veinte años, más de media vida.

También he aprovechado para estar de nuevo con don Julián Ramón. ¿Qué más puedo decir de este SEÑOR? Si no existiera, habría que inventarlo.

La vuelta ha sido más o menos tranquila. Han venido tres invitados. Me consta que al menos uno de ellos, Miguel, un chico del barrio, ya es Rodador de manera oficial. Un placer. Hasta Sollana, me dediqué junto a Aurelio - ¿cómo no? - a que estuvieran agrupados y no se perdieran. Hemos llegado juntos a Sollana, tras el reagrupamiento perfectamente marcado por Chevi en Benifaió. Todo iba perfecto, hasta que el bueno del maestro ha tenido un pinchazo - más bien, su rueda -, lo cual hemos aprovechado para detenernos en tan bonito pueblo y escuchar una y otra vez el bando municipal.

Entre Sollana y El Palmar, quería uno ir tranquilo, pero me ha podido la adrenalina. No hay carretera en Valencia que evoque mejor las clásicas belgas, y ya saben que un servidor es un enamorado de las mismas. Pues bien, David, como siempre, ha soltado su ataque de peseta, y yo me encontraba aparentemente sobrado, así que he salido a por él, y le he querido chulear tanto a base de cambios de ritmo, que me ha salido el tiro por la culata. Nos hemos juntado Chevi, David y yo en un trío realmente divertido con demarrajes por doquier. Podría poner excusas de mi exposición al viento... la verdad es que llevaba una buena paliza en el cuerpo antes de entrar al trapo. Pero no. Mejor diré la verdad. David y Chevi han estado impresionantes, y yo todavía ando esperando mi mejor momento de forma para fechas futuras.

Del resto de la etapa, poco más que contar. He tratado de llegar a El Saler disimulando mi estado de cansancio supremo y despidiéndome de los compañeros. En El Saler, adiós muy buenas, y hasta la próxima.